La preadolescencia presenta cambios físicos, emocionales, cognitivos y sociales en los niños que son difíciles de entender tanto para ellos como para sus padres.
Como cada hijo es diferente, tu hijo y tú requerirán como familia experimentar un proceso de “reacomodo” en sus dinámicas de interacción, de tal manera que las cosas serán distintas, pero eso no indica que ya no te necesitará, todo lo contrario.
Existen estrategias propuestas por personas expertas en psicología y pedagogía que ayudan a docentes y padres de familia a afrontar esta complicada fase de la mejor manera posible.
En esta edad, los niños comienzan a guardar secretos, dejan de decirles muchas cosas a sus padres o a las figuras de autoridad y se apartan un poco. Si antes se les pedía que contaran todo ahora no será factible, pues requieren su privacidad.
Sin embargo, eso no significa que no haya que comunicarse. Al contrario, deben saber que uno siempre estará para escucharlos cuando quieran o tengan que hablar, y no debemos dejar de preguntarles por su bienestar y sus preocupaciones sin forzarlos a contestar ni insistiendo demasiado, recalcando que, si es de mayor importancia el tema, es aconsejable siempre externarlo y que se les apoyará sea cual sea la situación.
El preadolescente tiende a experimentar nuevas prácticas y mostrar desinterés en lo cotidiano y poco emocionante. Por ello, se recomienda aprovechar su deseo de nuevas vivencias para guiarle en ellas.
Podrás orientarle y brindarle consejos, pero no es recomendable intervenir constantemente y resolver todos sus problemas. Es muy valioso a veces solo estar ahí para empatizar con lo difícil que es lidiar con lo que sea que esté pasando.
Vinculado con los puntos anteriores, será factible evitar juicios valorativos negativos sobre sus nuevos gustos, sobre sus errores o emociones, puesto que muchos de estos factores son nuevos para ellos. Los preadolescentes son especialmente susceptibles a la crítica y a sentirse vulnerables.
Del mismo modo, prestan atención a cómo se juzga a otros; si escuchan que sueles criticar negativamente a los demás y a otros jóvenes, podrían desarrollar desconfianza.
Es verdad que su cerebro también va madurando, se desarrolla más el pensamiento abstracto y lógico. Sin embargo, sus funciones ejecutivas aún son limitadas, principalmente en la planeación.
Por lo anterior, si bien pensamos que los preadolescentes pueden tener más responsabilidades, siguen siendo como niños respecto a la visión a futuro.
Lo que les importa es el presente y postergan todo lo que no les agrade sin pensar en las consecuencias. Entender esto ayudará a no ser tan estricto en este aspecto, e ir mostrándoles los beneficios de la prevención y a siempre pensar en las posibles consecuencias, así como enseñarles estrategias para favorecer la concentración evitando la procrastinación.
La enseñanza tanto de información como de habilidades prácticas y de valores, son más efectivas si se presentan con humor, atendiendo más a sus emociones que a la lógica. A su vez, requerirán acompañamiento para saber identificar sus emociones, gestionarlas y usarlas del modo adecuado para volverse resilientes. Como suele ser un proceso difícil y largo, la paciencia será clave para evitar la frustración.
Enseñar es más propicio y efectivo si se conecta con sus referentes culturales, experiencias personales y círculos de socialización. Aunque sea distinto a sus vivencias, entender el mundo de los jóvenes permitirá enlazar sus visiones, reconocer las diferencias y utilizar un lenguaje común para lograr un mayor entendimiento y un aprendizaje significativo.
A los niños no podemos darles explicaciones complicadas de por qué se hacen las cosas como se hacen, o de temas que no son propios de su edad, pero los preadolescentes comienzan a conectar con el mundo adulto y a buscar explicaciones más racionales de sus deberes y de la sociedad.
Recomendamos evitar explicaciones autoritarias como “porque soy tu padre”, “porque así siempre se ha hecho” o “lo haces porque debes hacerlo”. Su espíritu crítico está despertando y es menester guiarlos con mayores razonamientos, enseñarles a preguntar y a preguntarse, y alimentar su curiosidad en compañía.
En resumidas cuentas, lo mejor que se puede hacer al educar a un preadolescente es entender por qué es como es; generalmente ellos no pueden explicarlo, así que no apliques rudeza innecesaria con ellos.
Casi todos sus problemas, ya sean de concentración, sueño, depresión, aprendizaje, etc., tienen explicación en cómo funciona el cerebro en la pubertad y la adolescencia. Así podrás establecer estrategias de enseñanza-aprendizaje mucho más efectivas y valiosas para su formación. Por último, no olvides buscar ayuda experta de profesionales si es necesario.
El Colegio Greenland cuenta con un consolidado departamento de psicopedagogía, talleres para padres y un claustro docente conformado por experimentados profesionales en la enseñanza, que trabajarán contigo en pro de dar la mejor educación integral posible a tus hijos en todas sus dimensiones.
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