La pubertad suele tener su auge entre las edades de 9 y 12 años, pero hay quienes creen que el período se extiende de los 8 a los 14 años.
El inicio de la pubertad trae consigo un influjo de hormonas y nuevos cambios que caracterizan estos años de transición.
Puede decirse que los preadolescentes -como también se les conoce a quienes transitan por la etapa de pubertad (hay autores que establecen distinciones)- se encuentran entre los niños y los adolescentes en cuestión de edad como de temperamento.
Cambios corporales en la pubertad
Los años de pubertad se definen por varios cambios corporales tanto en el caso de las niñas como en el de los niños. Tales años son los que más sorpresas conllevan para las personas, ya que marcan el inicio de la transición de la infancia a la adolescencia.
Cuando la mayoría de los preadolescentes llegan a los 13 o 14 años, deben acostumbrarse a la idea de la adolescencia. Los ajustes entonces, aunque siguen siendo significativos, no suelen ser tan estresantes como los de la pubertad.
Los cambios comunes que ocurren durante la pubertad incluyen los siguientes:
- Profundización de la voz
- Crecimiento de vello corporal
- Alargamiento de los huesos
- Acné
- Olor corporal más pronunciado
- Desarrollo de los senos (en niñas)
- Comienzo del ciclo menstrual (en niñas)
Aunque dichos cambios son universales pueden darse en momentos diferentes en cada preadolescente. La genética y el género son dos factores que influyen en las diferencias cuando llega la pubertad. Al final de la adolescencia, todos los cambios tienden a equilibrarse.
Emociones en la pubertad
Sentirse normal es algo complicado, pero también muy importante, a lo largo de la pubertad. A medida que el cuerpo cambia, el deseo de encajar se intensifica.
Es crítico que los preadolescentes tengan en cuenta que todos somos normales y únicos a la vez. Si bien la experiencia propia siempre será especial, es justo esto lo que la hace normal.
Junto con las emociones ligadas a lo que el cuerpo experimenta, la mente también se encuentra evolucionando. Las emociones (de toda clase y matiz) se vuelven más intensas. Los jóvenes reaccionan de manera distinta a situaciones comunes, y en muchas ocasiones sin saber siquiera por qué.
Sin embargo, todo ello se regulariza con el tiempo cuando las hormonas y la mente comienzan a calmarse. Hay algunas prácticas, como el mindfulness, que pueden ayudar a ello.
Las amistades y la estructura social en la vida de las personas también se modifican durante estos años. Muchos adolescentes experimentan un deseo más fuerte de tener un sentido de pertenencia. Esto puede llevarlos a sentirse solos, aun entre una multitud.
En lugar de enfocarse en qué los hace diferentes, los preadolescentes se beneficiarán de buscar a otros que cultiven intereses similares a ellos; deben esforzarse por encontrar su lugar. En lugar de luchar contra este momento, les convendrá aceptarlo como una etapa de transición y hermanarse con ella.
Mantener la cordura en la pubertad
Ante todo, este aumento de actividad y de hormonas, ¿cómo puede cualquier preadolescente mantener su cordura? Si bien no se puede combatir a la biología, los siguientes consejos pueden ayudarlos a aliviar su estrés:
- Estar activo. Hacer ejercicio y realizar actividades al aire libre estimula que el cuerpo y la mente permanezcan fuertes y en forma. También brindan una salida oportuna para que se libere toda la confusión adicional.
- Comer bien. Si bien podría parecer un lugar común, una buena nutrición realmente contribuye a que el cuerpo crezca. Comer alimentos saludables es algo bastante útil para sobrellevar el estrés y facilita la transición con un sustento más apropiado.
- Reforzar amistades. Aunque las experiencias de los amigos no son exactamente las mismas que las propias, ellos también pasan por cambios casi idénticos. En lugar de reprimir las emociones en el interior, vale la pena formar un vínculo más sólido con los amigos.
Independencia creciente
Conforme los jóvenes se alejan de la niñez, comienza a esperarse más de ellos. Esto puede ser liberador, pero también implica más responsabilidades. Tanto los padres como los maestros esperan más.
Ayudar en casa con los deberes del hogar, hacer más tarea, realizar exámenes más difíciles y quedarse solo en casa son aspectos de la vida que suelen ir aunados a esta etapa.
Es importante que los preadolescentes adopten una nueva perspectiva. Para crecer deben demostrar su responsabilidad. Y ello no es algo que sucederá automáticamente. En lugar de que los hijos discutan con los padres acerca de su confianza en ellos, es relevante que se la ganen a través de sus acciones.
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