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3 consejos para evitar luchas de poder con tu pequeño

Desde el momento en que nacen, los niños buscan ser cada vez más autónomos. A medida que van creciendo, se debaten entre solicitar nuestra atención en todo momento y anular nuestra intervención. Parte de su creciente independencia conlleva que nos digan "no" una y otra vez.

Sin embargo, esto no tiene por qué ser algo negativo. El hecho de que un niño ponga a prueba nuestros límites, se niegue a cumplir y diga mucho "no", no significa que tengamos que vernos atrapados en un ciclo constante de luchas de poder con él.

A diferencia de otros desafíos de educar hijos pequeños (berrinches, lágrimas, patrones cambiantes de sueño y más), las luchas de poder pueden prevenirse en gran medida por esta sencilla razón: un niño no puede iniciar una lucha de poder por sí solo. Para ello se necesitan dos personas.

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No debemos sentirnos culpables por sostener luchas de poder con nuestros pequeños, pero sí debemos ser conscientes de que hay cosas que está en nuestras manos hacer para romper el ciclo.

Las luchas de poder suelen ocurrir por varias razones. Al querer educar a niños bien portados, inmediatamente imaginamos que son ellos quienes atentan contra el orden en casa al decirnos "no".

Deseamos, y merecemos, sentirnos respetados. Nos esforzamos mucho por darles una infancia plena a nuestros pequeños y nos parece que ceñirse a cuanto les pedimos es lo mínimo que pueden hacer a cambio.

A la mayoría de nosotros nos educaron con un estilo autoritario de crianza y nos cuesta trabajo imaginarnos dirigiéndonos a nuestros propios padres de la forma en que nuestros hijos a veces nos contestan. Por otra parte, es probable que no recordemos tener tres años.

Nuestra intención es razonar con nuestros hijos, lo cual creemos razonable, cuando estamos tan claramente en lo cierto. Se vuelve difícil entonces dejar de insistir en ello.

Por todos estos motivos, y muchos más, es fácil enfrascarnos en luchas de poder constantes. Estas son tres cosas que debes evitar la próxima vez que te halles en una situación así:

1. No arrincones a tu pequeño

Dale un espacio a tu hijo para que no se sienta atacado. Puedes conseguir lo que quieres sin hacerle sentir que ha perdido una batalla.

Los niños pequeños son sensibles a su autonomía. Si se ven arrinconados en una confrontación directa, generalmente no retroceden. Así que cuando te encuentres mirando con fijeza a tu hijo y exigiéndole con un tono cada vez más tenso, respira hondo y haz lo posible por guardar las apariencias mientras le pides algo.

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Una forma de hacer esto es alejándose del pequeño, y dejándolo obedecer mientras uno no lo mira.

Si, por ejemplo, le has pedido que guarde algo y se demora o se niega a cooperar, puedes decirle algo como: “Voy a la cocina. Cuando regrese, te ayudaré a guardarlo si todavía no has podido hacerlo".

En tales situaciones, los niños casi siempre obedecen tan pronto como les damos la espalda. Quieren un espacio para llevar a cabo su voluntad tanto como nosotros, simplemente no se atreven a ceder. Necesitan salvaguardar su autonomía.

Al alejarnos reducimos la tensión. Redirigimos el poder de su "no" y les damos la oportunidad de hacer lo correcto sin que se sientan dominados.

2. No intentes razonar con él

A menudo pensamos que un pequeño obedecerá y hará lo que le pedimos (como ponerse los tenis) si es requisito para que podamos llevarlo a comprar un helado. Desafortunadamente, a cierta edad de nuestros hijos rara vez es así de fácil.

Resulta imposible razonar con alguien en quien aún predomina una naturaleza emocional e impulsiva, y hacerlo puede empeorar las cosas. Empeñarnos en explicar nuestro proceso de pensamiento y en por qué nuestra solicitud es razonable puede ser causa de que aumente la tensión indeseada.

En cambio, cuando nos mostramos asertivos, somos pacientes, les damos opciones a nuestros hijos y les ofrecemos ayuda para cumplir la tarea en cuestión sin ceder a nuestra ira, sobreentienden que su “no” deja de ser una opción a elegir.

3. No le des más poder a su comportamiento

Trata de dejar ir aquello que realmente no puedas controlar. Algunas de las peores luchas de poder tienen que ver con lo que no podemos impedir que nuestros pequeños hagan a nivel físico; lo cual incluye lloriquear, decir una grosería, gritar o repetir sonidos sin detenerse.

Tales conductas conducen a luchas de poder porque los niños se dan cuenta de que no nos agradan y somos incapaces de detenerlos.

No es que los niños busquen ser "malos" al sacarnos de quicio. Están programados para poner a prueba nuestros límites y usan a su favor nuestras reacciones a su mal comportamiento.

De ser posible, trata de controlar tus reacciones siempre que tu pequeño haga algo molesto. Al minimizarlas, evitarás darle poder. Cuando no reaccionamos, nuestra actitud ya no les resulta interesante y ahorramos más espacio para dirigir su conducta.

Las luchas de poder pueden ser situaciones verdaderamente difíciles y desafiar la relación que tenemos con nuestros pequeños. Lo último que querríamos que sucediera es tener miedo de pedirles cosas por sus posibles respuestas.

Recuerda que cierto nivel de desafío es algo normal y saludable, así que procura tomarlo con más ligereza.

El hecho de que tu hijo se resista no implica que quiera portarse mal, ser grosero o rebelde. Sólo significa que está descubriendo cómo individuarse, cómo tomar decisiones por su propia cuenta, cómo encontrar su sitio en el mundo, y todo ello es algo que vale la pena.

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