A estas alturas, es muy probable que muchos estemos algo familiarizados con el término "mindfulness" (o atención plena), que podría definirse simplemente como "estar atento de una forma consciente y dirigida con el objetivo de sentir el momento presente y hacerlo evitando emitir juicio alguno".
Para ahondar un poco más, el mindfulness es una práctica de meditación o contemplación que comienza con que prestemos atención a nuestra respiración y nos enfoquemos en el aquí y el ahora, no en cuanto pudo haber sido o en lo que nos preocupa que pudiera suceder.
El propósito final es darnos suficiente distancia de nuestros pensamientos y de las emociones que nos perturban para que podamos observarlos sin reaccionar inmediatamente a ellos.
Durante los últimos años, el mindfulness se ha empleado como una forma de tratar a niños y adolescentes con afecciones que van desde el TDAH hasta la ansiedad, trastornos del espectro autista, depresión y estrés. Y los beneficios han demostrado ser tremendos.
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Pero, ¿cómo podemos explicarle el mindfulness a un niño de seis años? Amy Saltzman, terapeuta especialista en esta práctica, cree que al hacerlo es preferible no definir la palabra, sino invitar a los niños a sentir la experiencia primero, a descubrir la calma y la relajación que vienen con ella.
Elección de actitud
La base del mindfulness son los ejercicios y la consciencia de la respiración, aspectos que les ayudan a los niños a ser más conscientes de sí mismos y de sus emociones: tristeza, enojo, entusiasmo, alegría, frustración. Pueden aprender a sentir cada una de ellas en sus cuerpos.
Así, aprenden a sentir de una manera más consciente, así como a darse cuenta de sus pensamientos y sus sentimientos. Pero quizás lo más importante de todo esto es que desarrollan la capacidad de comenzar a elegir su comportamiento y sus actitudes.
La misma terapeuta también realizó un estudio colaborativo que concluyó que los niños experimentan una disminución en su ansiedad y una mejora en la atención después de practicar mindfulness por varias semanas. Se vuelven menos reactivos a nivel emocional y son más capaces de enfrentar desafíos en su día a día.
El mindfulness y los adolescentes
Si bien la investigación en torno a niños y adolescentes está comenzando a adquirir más popularidad, algunos estudios indican que para los niños que padecen ansiedad y TDAH, esta práctica puede resultarles útil.
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Dejar de identificarse con los pensamientos negativos y contar con un poco más de control emocional es sumamente beneficioso para ellos. La reducción del estrés y la aceptación de uno mismo son ventajas insustituibles del mindfulness, más relevantes durante la adolescencia.
La ansiedad infantil puede ser una dificultad grave y dar lugar a nuevos problemas más tarde en la vida. La práctica del mindfulness por parte de niños y adolescentes parece ir en aumento.
Muchos de nosotros sostenemos la idea de que el entorno social se halla un tanto fuera de control y queremos encontrar una forma de modificarlo o, por lo menos, de protegernos de ello. Aunque tal vez el mindfulness no sea la respuesta definitiva, es una práctica ideal para sentar bases que puedan propiciar este objetivo.
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