Una pregunta común y sensata en los padres de familia es “¿Qué aprende día a día mi hijo en el kínder?”
Esta primera fase educativa se dedica principalmente a la adquisición de conocimientos y habilidades básicas que influirán determinantemente en su futuro.
De hecho, a los 6 años el cerebro de los niños alcanza el 90% de su tamaño adulto, así que lo que experimentan en esta etapa constituye los fundamentos de su aprendizaje y comportamiento en el ámbito escolar.
Cabe destacar que, por la edad en la que se encuentran, el mejor método de enseñanza es el lúdico. Esto no significa que van al kínder “solo a jugar”, sino que, a través de la pedagogía, los docentes utilizan el juego como la vía preferida para inculcar saberes básicos.
A continuación, te explicamos con más detalle qué contenidos y destrezas se espera que tus hijos aprendan en el kínder:
La lectoescritura y las matemáticas son las áreas del conocimiento primordiales desde las cuales surgen las demás.
Los niños empiezan a identificar las letras del abecedario y sus sonidos, así como a trazar letras (incluso a escribir su nombre).
También identifican números y comprenden la idea de contar objetos; suelen contar hasta 10 o más. Exploran conceptos simples de matemáticas como nociones de tamaño y espacio o figuras geométricas.
Esta etapa de crecimiento es la más idónea para introducirlos a un segundo idioma, por lo que muchas escuelas aprovechan para enseñar el inglés con clases 100% en la lengua extranjera y así acostumbrarlos desde pequeños a que sean bilingües.
Los pequeños practican cómo relacionarse con otros: comparten juguetes, esperan su turno y se comunican con respeto. Con la guía de sus docentes, empiezan a poder identificar sus emociones y a expresarlas con palabras.
Se les enseña a calmarse con técnicas sencillas (como respirar hondo) y a practicar la empatía al esforzarse por entender los sentimientos de sus compañeros.
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Se fomenta que los niños realicen por sí mismos tareas fáciles para ellos (vestirse, recoger sus juguetes, lavarse las manos, etc.) y a tomar pequeñas decisiones (elegir un juego o el color de un dibujo), lo cual les da confianza en sus capacidades y fomenta hábitos de autocuidado en ellos.
Los horarios fijos y la repetición diaria de actividades formativas ayudan a los pequeños a tener seguridad y establecer ritmos en sus vidas.
Un ejemplo de ello son los horarios de asignaturas (gracias a los cuales empiezan a anticipar sus tareas), el acto de lavarse los dientes después de comer o recoger los materiales después de una actividad.
El comienzo del kínder es difícil para muchos pequeños. Es normal que extrañen a sus padres y lloren en los primeros días. Los docentes los reciben con cariño y los involucran en juegos para favorecer una transición amena a un nuevo entorno.
En este sentido puede decirse que aquí empiezan a enfrentar nuevos ambientes y a ser resilientes en los procesos de adaptación y cambio.
¿Cómo manejan las peleas o los berrinches en el salón? Desde el primer día se establecen reglas claras (por ejemplo, “nos tratamos con cariño” o “esperamos nuestro turno”) para crear un clima positivo de respeto.
Si algún chico o chica se porta mal, la maestra interviene con calma, recuerda el límite y muestra cómo corregir la situación. Si dos niños se pelean por un juguete, se les ayuda a turnarse; si hay un berrinche, se le muestra cómo calmarse.
También es importante que, desde esta edad, aprendan a poner límites y comunicar a sus padres o cuidadores cuando se sienten mal o violentados por otra persona.
El kínder es mucho más que juego: es la base del desarrollo integral de tu hijo. Confía en esta etapa y mantente involucrado: pregúntale sobre su día, celebra sus logros y refuerza en casa lo que aprende. Así le ayudarás a disfrutar más de la escuela y a entender que es un proceso imprescindible para su bienestar presente y futuro.
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