La amabilidad es una forma ética y bella de relacionarnos con los demás, en la que se privilegia la paz, la cortesía y el buen trato. Es un valor que puede fortalecerse en el día a día hasta volverse un hábito y parte del carácter personal de nuestros hijos.
Cuando se practica en la infancia desde la empatía y la consideración, las niñas y niños crecen sintiéndose más seguros, queridos y felices. Curiosamente, las personas más amables también experimentan menos estrés y ansiedad.
Como adultos, nuestro ejemplo es la herramienta más poderosa para fomentar estas conductas positivas. Al ver que actuamos de manera considerada, los pequeños naturalmente buscarán imitarnos.
Pero ¿cómo cultivar este principio con casos concretos? A continuación, te presentamos 15 ejemplos sencillos para que tus hijos puedan poner en marcha su lado más amable desde hoy:
Instruirlos para alegrarse genuinamente por los triunfos de compañeros, amigos o conocidos.
Participar en pequeñas acciones comunitarias como reciclar, donar juguetes o cuidar un parque cercano.
Consiste en prestar un oído atento a alguien que quiera compartir algo importante. Dejar hablar a las personas sin interrumpirlas, principalmente a las que son tímidas, y hacer un esfuerzo por entender todo lo que quieren comunicar.
Algo sencillo como barrer, sacudir, sacar a la mascota o actividades sencillas en la cocina. Puede ser también para un vecino de la tercera edad o con discapacidad.
Contenido relacionado: ¿Qué tareas del hogar son recomendables para niños según su edad?
Notar, valorar y agradecer la labor de quienes hacen trabajos poco visibles (vigilantes, basureros, choferes, recepcionistas, enfermeros, jardineros, voluntarios, etc.).
Consiste en ser compartido con lo que se tiene, así como levantar útiles de compañeros que se caigan al suelo, cambiar de lugar con alguien que se sienta incómodo o preguntar a las personas que parezcan tristes o ansiosas si se sienten bien.
Observar y señalar actos amables en otros y contar por qué eso es importante.
Sí, las profesiones de servicio están para ayudarnos, pero nosotros podemos facilitar su trabajo.
¿Cómo? Ordenando los platos antes de entregarlos al mesero, tirando la basura en su lugar en vez de dejar que la recoja el personal de limpieza, ofreciéndoles agua a técnicos que visitan el hogar para resolver un problema, etc.
A veces, estar junto a un amigo triste sin decir nada, solo estando ahí, es más amable que intentar “arreglar” sus emociones.
No siempre hay que demostrar que uno es el mejor. Dejar que alguien gane una vez, sin hacer alarde, es una lección de empatía y generosidad.
Contenido relacionado: 5 consejos para enseñar a los niños a ser generosos
Puede ejercitarse, por ejemplo, al invitar a alguien que se encuentra solo o sola en el recreo a jugar, sin esperar que su amistad se vuelva “para siempre”.
Cuando un compañero hace algo distinto o piensa diferente, enseñar que no todo se debe corregir. A veces, lo amable es dejar al otro ser.
Proteger el espacio emocional de otros, no sumarse al acoso y denunciarlo es vital para fomentar el cuidado de los demás y un ambiente de paz.
Decir “por favor” o “gracias” a todos por igual, no solo a los amigos, es demostrar que la amabilidad no debe depender de las preferencias.
A su vez, preguntar cómo les gusta a los demás que los llamen, evitar apodos, respetar límites incluso antes de llegar a ellos y siempre procurar el buen trato.
Ayudar a alguien sin esperar que devuelvan el favor. La verdadera amabilidad no lleva factura.
La amabilidad, aunque sencilla, marca profundamente el crecimiento personal de los niños. Cuando se acostumbran a ser considerados, aprenden a construir relaciones positivas y significativas, e incluso pueden desarrollar una sana autoestima y bienestar emocional.
Los pequeños gestos cotidianos fortalecen sus habilidades sociales, por lo que se vuelven más resilientes, emocionalmente inteligentes y apreciados por sus vínculos sociales y afectivos. No por nada la etimología de la palabra “amabilidad” significa “digno de ser amado”.
Recordemos que cada acto tiene un impacto mayor del que imaginamos. Por eso, busquemos ser siempre ejemplo y promotores del buen trato hacia la infancia, educando con cariño sobre cómo vivir en armonía y respeto.
En el Colegio Greenland formamos a nuestros alumnos para vivir plenamente y ser la mejor versión de sí mismos. Nuestro enfoque constructivista-humanista impulsa no solo el desarrollo académico, sino también la inteligencia emocional, la empatía y el respeto por el otro.
Acompañamos a cada estudiante de forma personalizada para que crezca en un entorno cálido, seguro e integrador, donde aprenda a relacionarse sin hostilidad y a ser parte activa de una comunidad más solidaria.
Si compartes esta visión de una educación con valores profundos y humanos, te invitamos a conocer nuestro modelo educativo y formar parte de la familia Greenland:
También te interesará: