La adolescencia es una etapa crucial en la maduración biológica, emocional y psicológica de las personas. Sin embargo, la verdad es que las necesidades básicas de los adolescentes no son muy complicadas.
La clave para influir en el comportamiento de los jóvenes radica en no intentar controlarlos. Cuando desafiamos su conducta problemática de una forma agresiva -en especial con algunos de ellos-, sólo aumentamos su defensividad y distanciamiento.
Éste es el concepto fundamental a tener en cuenta: detrás de cada comportamiento problemático existe una brecha emocional, una experiencia que falta en la vida de un adolescente. Al identificar qué es lo que hace falta, nos acercamos a resolver más de la mitad del problema.
Toda necesidad emocional insatisfecha da lugar a un comportamiento disruptivo y crea brechas en la capacidad para madurar. Para que esas brechas puedan cerrar, debemos concentrarnos en brindar experiencias nuevas y enriquecedoras con el ánimo de cubrir sus necesidades.
En vez de tratar de controlar o castigar a nuestros hijos adolescentes, podemos esforzarnos por ayudarles a cultivar su sentido de identidad y su autoconfianza.
Cada fase de la vida conlleva sus propias metas y retos. La meta de la adolescencia es la construcción de la identidad. Dado que su identidad aún no se ha estabilizado, el conocimiento de sí mismos elude a los adolescentes y les causa ansiedad, incertidumbre y mal humor.
Para protegerse de estas emociones, adoptan diferentes personajes, en particular durante la adolescencia temprana. Sentir pertenencia a un grupo específico de amigos es una fuente de gran alivio para ellos.
A mediados y finales de la adolescencia, ya no muestran tanto interés por etiquetarse. Su individualidad comienza a emerger: forman amistades más profundas, reconocen sus propios talentos y fortalezas y empiezan a proyectar un futuro brillante.
Se conducen de una manera menos defensiva. Su sentido de identidad se consolida y adquieren un lenguaje para expresar sus sentimientos.
Para ayudarle a tu hijo o hija adolescente en su trayecto hacia la independencia, la madurez y la responsabilidad personal, conozcamos lo que puede hacer falta en su vida. Cuando tus hijos se comporten mal y comiencen a desafiarte, revisa esta lista:
Los estudios han demostrado que 30 minutos de ejercicio cardiovascular, tres o más veces a la semana, reducen los síntomas de ansiedad y depresión en los adolescentes hasta en un 70 por ciento.
El ejercicio aclara su pensamiento, los hace ser más conscientes de sí mismos y les procura un sueño más profundo, ya que descargan la tensión almacenada en sus cuerpos. El ejercicio cardiovascular puede servirles muy bien para este propósito.
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Todo adolescente debe disponer de al menos de tres a cinco fuentes que alimenten su autoestima. Esto significa que es crucial ayudarlos a explorar y desarrollar sus talentos, habilidades y pasiones.
Los adolescentes que nutren su autoestima en una sola fuente -a quienes los define una sola actividad- tendrán menos protección ante las tribulaciones de la vida. En el momento en que falle esa actividad o interés, se hundirán en la desmotivación o depresión.
Es por esto que los jóvenes que recurren a múltiples fuentes para hacerlo suelen ser más capaces de enfrentarse a las vicisitudes o los obstáculos en esta etapa.
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La incertidumbre propicia la ansiedad en toda instancia. Los adolescentes prosperan con la estructura y los límites, aunque puedan rebelarse contra ellos. Estas barreras psíquicas mitigan su ansiedad y contribuyen a que se sientan seguros.
Cuando saben qué esperar y qué se les exige, se sienten reconfortados. Pero cuando la estructura y los límites se derrumban, aflora la conducta problemática.
Por ejemplo, el uso excesivo de dispositivos, el tiempo no estructurado y los horarios erráticos los desestabilizan. Y lo que es más importante aún: sin estructuras o límites saludables, no podrán desarrollar buenos hábitos a partir de ahora.
Hay pocas cosas más satisfactorias en la educación de los adolescentes que fomentar una relación positiva con adultos que los inspiren y los motiven.
Un maestro edificante para un joven, un entrenador que lo aliente, una tía, un tío o un amigo de la familia que crea en él: estas relaciones tienen el poder de cambiar los comportamientos problemáticos de la noche a la mañana.
Los adolescentes internalizan la confianza en ellos; se sienten más tranquilos y esperanzados; su futuro les parece más brillante y su sentido de propósito, más claro. Todo ello debido a que alguien fuera de la órbita familiar cree en ellos.
Aun discapacidades leves, como una velocidad de procesamiento lenta, problemas del funcionamiento ejecutivo o trastornos de atención, generan tensión crónica. Esto hace que los adolescentes se fatiguen rápidamente y pierdan la concentración. Las malas calificaciones los desmoralizan y le quitan la alegría al aprendizaje.
Un buen psicólogo puede ayudarlos a identificar problemas de aprendizaje y aportarles el apoyo y los recursos indispensables para que puedan volver a desempeñarse con éxito.
La verdad es que ninguna intervención unidimensional encaminará a nuestros hijos por la mejor vía posible. Debemos considerarlos en su totalidad, no sólo los aspectos que representan una dificultad.
Un enfoque proactivo es la prevención ideal. Apóyate en otros adultos, habla con el personal de su escuela, comunícate con amigos y familiares, modifica el estilo de educación en casa y anímalo a participar en actividades altruistas.
Éstas son sólo algunas de las formas en las que puedes comenzar a ayudarle a tu hijo a sentirse pleno de nuevo y armonizar tu relación con él.
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La secundaria del Colegio Greenland se enfoca en reforzar la autoestima de sus alumnos, así como su necesidad de competencia, además de aportarles el aprendizaje académico para que puedan sobresalir en las etapas posteriores. Conoce más:
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