Si en algún momento le enseñaste un experimento científico sencillo a un niño pequeño, quizás recuerdes que seguramente llegaste a parecerle poco menos que un mago.
Con algo de dedicación, el asombro hacia la ciencia en los niños suele ser fácil de estimular y cultivar. Sin embargo, más tarde crecen e inevitablemente, por supuesto, se convierten en adolescentes.
De forma súbita, todo consejo o truco que hayamos utilizado con éxito en el pasado deja de merecer nuestra atención. Nos guste o no, en este período muchos jóvenes pierden su interés por los temas de ciencia (de haber llegado a tenerlo) porque se encuentran demasiado distraídos con otros aspectos de la vida.
Dado que también en esta etapa toman decisiones determinantes que influirán en el curso de su futuro, nos conviene hacer lo posible por despertar, de nuevo, su interés por la ciencia. Así, podrán elegir este camino con mayor probabilidad o, por lo menos, se motivarán más por el aprendizaje en materias relacionadas.
Motivación pasiva
Es casi imposible obligar a un adolescente a disfrutar de una actividad o tema en particular y cuanto más lo hacemos, más crece su aversión hacia la misma. En tal etapa, nos conviene cambiar nuestra táctica y motivar a nuestros hijos de una forma pasiva.
El principio de la motivación pasiva se basa en relacionar el contenido significativo con temas más interesantes para la persona en cuestión. En este caso, el objetivo consistiría en vincular la ciencia con temas que ya le interesan a un adolescente, podría ser la moda, la música, la cultura pop, etc.
Al usarlos como anzuelo para involucrar a los jóvenes, permitimos que se dé una transición fluida hacia la ciencia, al volverla atractiva y memorable; lo mismo ocurre con el aprendizaje de idiomas, de matemáticas, de historia y demás materias que puedan considerar aburridas.
No obstante, la ciencia abarca un área tan amplia -cubre tantas especialidades distintas- que con frecuencia tiene la capacidad de atraer a cualquier persona. Al entusiasmar a los adolescentes por que aprendan y averigüen sobre ciencia fuera del aula, es más probable que se encuentren con algo que cautive su atención.
Siempre es genial encontrar a un joven hablando sobre ciencia más allá de la escuela. Los adolescentes se sienten mucho más dispuestos a aprender cuando el ámbito de la ciencia puede relacionarse con sus vidas de una forma más inmediata.
Abatir los prejuicios sobre la ciencia
El beneficio más grande de edificar un puente entre la ciencia y la vida cotidiana es que se abaten los prejuicios que muchos adolescentes normalmente tienen acerca de la ciencia. Por consiguiente, se desafía la idea, errónea a menudo, de que es demasiado difícil o es un pasatiempo de nerds.
Al incluir la ciencia en la cultura pop, los adolescentes tienen la oportunidad de aprender cosas sobre las que pueden conversar con sus compañeros, además de diversificar su cultura científica, lo que impulsará su aprendizaje y sus habilidades en otros campos, como las matemáticas y las humanidades.
Una vez que se involucran con la ciencia, es normal que comiencen a descubrir áreas de particular interés suyo, que incluso pueden considerar al optar por estudiar una carrera.
La clave, entonces, para que los adolescentes empiecen a adentrarse en el mundo de la ciencia no consiste en predicarla, sino en incorporarla a las demás actividades que les apasionan. Esto garantiza los mejores resultados y disminuye su apatía hacia la ciencia.
Es importante que los estudiantes de secundaria se involucren más con el conocimiento de ciencia y tecnología, por eso en el Centro Educativo ECA contamos con programas que buscan animarlos a descubrir el área STEM y nuestras materias de ciencia tienen el mismo objetivo. Agenda una cita online para conocernos:
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