La ansiedad escolar, según la revista internacional de Psicología Clínica y de Salud, es un patrón desadaptativo de respuestas de ansiedad ante situaciones escolares y es considerado como uno de los trastornos infanto-juveniles más incapacitantes.
Entre los principales factores que provocan la ansiedad escolar en adolescentes se encuentran:
- La presión académica
- El acoso por parte de docentes o compañeros de clase
- La dificultad para socializar
- Problemas familiares o en el entorno cercano
- El exceso de actividades extracurriculares
- Las altas expectativas sobre el rendimiento académico
¿Cómo saber si mi hijo tiene ansiedad escolar?
Reconocer oportunamente los síntomas y signos es crucial para poder identificar sus causas y establecer estrategias para su manejo adecuado. Algunas señales claras son:
- Quejas frecuentes de malestares físicos (dolor de cabeza, náuseas o dolor estomacal)
- Cambios repentinos en el rendimiento académico
- Problemas para dormir o insomnio recurrente
- Irritabilidad o cambios abruptos de humor
- Rechazo evidente hacia la escuela, resistencia a asistir a clases
- Problemas de conducta en el colegio
- Episodios frecuentes de nerviosismo
- Aislamiento social o pérdida de interés en actividades antes disfrutadas
Te recomendamos mantenerte presente en la vida de tu hijo y fomentar una comunicación respetuosa y abierta entre él o ella y tú que le permita expresar libremente sus emociones y preocupaciones.
Además, un vínculo cercano con el colegio facilitará la identificación temprana de estas señales, lo que permitirá descartar o confirmar las posibles sospechas y, en su caso, tomar medidas oportunas para apoyar adecuadamente al chico desde el terreno tanto en el hogar como en el colegio.
¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a manejar o afrontar la ansiedad escolar?
Un enfoque integral que combine prevención, estrategias concretas de gestión emocional y un acompañamiento cercano contribuirá a que tu hijo pueda enfrentar eficazmente el estrés por la escuela. Las acciones recomendadas incluyen:
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Rutinas consistentes:
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Comunicación abierta:
Procurar un espacio de diálogo respetuoso para expresar emociones y validar sus preocupaciones.
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Relajación efectiva:
Enseñar técnicas de respiración consciente, mindfulness y visualización positiva que reduzcan la tensión.
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Flexibilidad cognitiva:
Buscar mecanismos para identificar pensamientos negativos y reemplazarlos por perspectivas más realistas.
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Aceptación de emociones:
Validar las emociones desagradables sin juzgarlas y utilizar principios de la terapia de aceptación y compromiso (ACT).
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Autocompasión:
Fomentar prácticas que reduzcan la autocrítica excesiva y refuercen la autoestima.
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Planificación colaborativa:
Acordar juntos objetivos alcanzables y estrategias de afrontamiento ante situaciones difíciles.
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Entorno familiar seguro:
Crear un ambiente en casa que fortalezca la confianza y el desarrollo personal.
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Colaboración con el colegio:
Trabajar en conjunto con docentes y consejeros para atender dificultades y apoyar a tu hijo oportunamente.
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Actividad física regular:
Incentivar ejercicios o actividades deportivas frecuentes como método eficaz para disminuir tensiones.
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Planificación y técnicas de estudio:
Impulsar habilidades de organización y gestión del tiempo que faciliten el manejo de las tareas y deberes.
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¿Cuándo es necesario acudir a un especialista?
Si los síntomas persisten o interfieren notablemente con el desempeño cotidiano de tu hijo o hija, se presentan ataques de ansiedad en la escuela o se manifiestan episodios intensos de rechazo por sus deberes, será necesario que acudan con un profesional especializado en salud emocional y adolescentes.
La atención temprana es indispensable tanto para evitar complicaciones mayores como para promover un desarrollo equilibrado durante esta etapa delicada de crecimiento.
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