Cuando uno observa a los jóvenes y, en general, a las personas, se vuelve fácil apreciar que la forma en que los cerebros están conectados y funcionan es diferente en todos. Los padres suelen notar a diario estas diferencias en sus hijos.
Una hija puede calcular sin problema cuánto tiempo le tomará escribir su trabajo en inglés, mientras que otra hija siempre cree que lo terminará en una hora, pero nunca lo hace. O un niño recuerda cada una de las cosas que le dijeron, mientras que al otro se le dificulta recordar su propio número de teléfono.
La capacidad de planificar, administrar el tiempo y recordar detalles son, todas, habilidades mentales, o funciones cerebrales, conocidas como funciones ejecutivas. Incluyen la capacidad de regular las emociones, resolver problemas, adaptar las ideas, mantenernos organizados y comunicarnos bien.
Las funciones ejecutivas tienen una gran influencia sobre el potencial de nuestros hijos para sobresalir en ciertas tareas. Además, las funciones ejecutivas juegan un papel importante en el rendimiento académico, el desempeño laboral y otros roles en la vida.
Lo positivo de todo esto es que la ciencia ha demostrado que nos es posible modificar nuestro cableado cerebral y mejorar nuestras funciones ejecutivas.
La posibilidad de mejorar la función ejecutiva implica que -si bien nuestros hijos podrían batallar con algunos aspectos del hogar o de la escuela- el entrenamiento y la práctica conlleva un desarrollo de las habilidades mentales.
El fortalecimiento de las funciones ejecutivas les permite a nuestros hijos ser más exitosos en la vida académica, capaces de hacer frente a los desafíos cotidianos y diestros para relacionarse con otras personas. Todas estas mejoras contribuirán a una vida más satisfactoria y productiva.
Los padres podemos ayudarles a nuestros hijos a desarrollar estas habilidades mediante ejercicios de entrenamiento cerebral o, mejor aún, de juegos. El juego intensifica la experiencia de aprendizaje.
La práctica también es relevante. Cada vez que se repite un comportamiento, se robustece el cableado cerebral y la capacidad para realizarlo bien de forma subsecuente.
Éstos son seis ejercicios y actividades con los que puedes desarrollar la inteligencia de tu hijo adolescente (y que también le servirán a los padres):
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1. Respiración profunda
Practicar la respiración profunda (o canalizar la respiración a todas las partes del cuerpo) ayuda a mejorar la memoria y el control de las emociones. Pídele a tu hijo que se siente de piernas cruzadas o que se acueste y respire naturalmente. Después de que hayan practicado respirar de forma natural, dile lo siguiente:
“Imagina que tu respiración es como un elevador que recorre tu cuerpo. Para activarlo, quiero que inhales por la nariz. Ahora exhala todo el aire. Ahora inhala y lleva la respiración de elevador hasta tu pecho. Manténla. Exhala todo el aire.
Después inhala y lleva la respiración de elevador hasta el piso superior, a través de la garganta hasta la cara y la frente. Manténla. Ahora exhala y siente que la respiración te quita todos tus problemas y preocupaciones, los toma del pecho, del abdomen, de las piernas y salen por la puerta del elevador en tus pies”.
2. Entrenamiento de coordinación cerebro/cuerpo
Nuestro cerebro y nuestro cuerpo son parte de todo nuestro ser, y ambos necesitan ejercicio. Cuando las ejercitamos juntas, hacemos que varias funciones del cerebro trabajen de un modo más colaborativo y se mantengan sincronizadas. La coordinación motora es una función tanto del cerebro como del cuerpo.
Ejercicios como el siguiente estimulan la integración entre las funciones cerebrales esenciales, lo que da como resultado un cerebro con un mejor rendimiento general.
3. Juego de memoria
Las actividades para fortalecer la memoria y la concentración son fundamentales para todos. Intenta poner objetos al azar frente a tu hijo durante 15 segundos, luego retíralos (o cúbrelos) y vean cuántos puede recordar. Comienza con cinco y sigue aumentando el número conforme empiece a recordar más.
Un ejercicio similar para la memoria auditiva consiste en pronunciar una lista aleatoria de números o palabras y pedir que se repitan. Comienza con sólo dos o tres y continúa a partir de allí.
4. Noche de familia
Jueguen en familia juegos como damas inglesas o ajedrez. O háganlo con juegos de cartas como UNO, Go Fish o simplemente baraja tradicional. Todos ellos promueven la resolución de problemas, la planificación y la cooperación (turnarse y manejar la frustración).
Otros juegos de mesa excelentes para este propósito son Monopoly, Sorry! y Yahtzee. Juegos como Jenga y Operación propician la atención, la concentración, la coordinación y la tolerancia a la frustración.
Una ventaja más de jugar en familia es que todos se divierten y refuerzan los lazos familiares.
5. Jugar juegos en línea
Muchos sitios web contienen juegos gratuitos y entretenidos de alta calidad que sirven para potenciar una amplia variedad de habilidades académicas. Éste es tiempo frente a la pantalla de provecho.
6. Tiempo diario de conversación
Debido a la tecnología en nuestra actualidad, conversar se está convirtiendo en un arte perdido. Dedica tiempo a diario con cada uno de tus hijos para conocer sus logros, desafíos e intereses y compartirle los tuyos, la conversación habitual alimentará sus habilidades de comunicación y de conversación.
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Al compartirle triunfos y desafíos tuyos también puedes enseñarle habilidades para resolver problemas. La comida en familia es un buen momento para hacerlo y transformarlo en hábito.
Enseñarles estas actividades a los hijos y participar en ellas no sólo mejorará sus funciones ejecutivas, sino que estrechará los vínculos familiares y reducirá su estrés.
Aunque el juego pueda estar orientado al desarrollo de tu hijo, será bueno que juegues de vez en cuando. Así que ejercita tu cerebro junto con el suyo, y diviértanse juntos a la par de fomentar su inteligencia.
Si te interesa conocer más formas de acelerar el aprendizaje de tu hijo, en el siguiente enlace el Colegio Chimalistac te comparte una guía con 5 consejos útiles para ello:
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