No es fácil mantener a los niños motivados. Un sistema de recompensas y consecuencias en casa podría ser el incentivo que tu hijo necesite. A continuación, te compartimos algunas técnicas relacionadas para que puedas implementar un sistema de este tipo.
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Una recompensa no es lo mismo que un soborno. Es algo que tu hijo obtendrá por hacer correctamente lo que le hayas pedido.
Procura usar recompensas físicas y otras emotivas: las recompensas físicas incluyen calcomanías, juguetes pequeños, obsequios, privilegios (como ver la televisión), poder elegir lo que cenarán o ganar puntos para un regalo especial.
Las recompensas emotivas incluyen agradecimientos y reconocimientos sinceros, como éste: "Me gustó cómo escuchaste a Daniel hoy; te comportaste como un buen amigo". Sin embargo, ten cuidado de no elogiar demasiado. Los niños pueden notar la diferencia entre un cumplido verdadero y uno exagerado.
Darle voz a tu hijo respecto a la recompensa que reciba puede hacer que ésta se vuelva más deseable. Abréte a la posibilidad de crear un "menú" de recompensas.
Si parece que tu hijo está perdiendo la motivación después de un par de semanas, cambia la recompensa, pero coméntaselo antes.
Algunos niños tienen problemas para comprender el "por qué", el "qué" y el "cuándo" en las solicitudes que hacen. Otros suelen estar distraídos o ser bastante hiperactivos como para prestar atención.
Puede serte de utilidad emparejar tus instrucciones con alguna recompensa por completar una tarea.
Expresa claramente las expectativas: "Si quieres jugar un juego por la mañana, necesitas desayunar, cepillarte los dientes y vestirte antes de las 8". Una lista escrita puede servirte para reforzar las expectativas.
Repite el trato con calma tantas veces como sea necesario. Usa “cuando, entonces”: “Cuando hayas terminado de poner la mesa, entonces puedes ir a jugar básquetbol.”
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Las consecuencias no son castigos, aunque a veces podrían sentirse como tales. Son una buena forma de que tu hijo aprenda que existen resultados naturales en la vida. Este conocimiento podrá ayudarlo a estructurar y organizar su comportamiento.
En la mayoría de casos, una consecuencia debe implicar simplemente la retención de una recompensa acordada.
Aquí hay un ejemplo: Has acordado con tu hijo que puede chatear por video con su primo después de haber practicado piano durante 20 minutos. Si no lo hace, no podrá hacer la llamada.
Sé firme con una consecuencia tan pronto sepas que tu hijo no ha completado una tarea a tiempo o del modo en que lo hayan convenido. Cuanto más te demores en implementarla, menos probable será que tu hijo relacione su comportamiento con la consecuencia en cuestión.
No te excedas. Retirar privilegios durante una semana entera puede ser tentador, pero las consecuencias prolongadas pueden perder fuerza y significado.
Evita ser demasiado crítico. Permite que la consecuencia pese sobre tu hijo. Le recordará la recompensa que podría haber obtenido de haber actuado de otra manera.
Aplica también consecuencias positivas. Trata de “sorprender” a tu hijo portándose bien. La atención positiva puede fomentar que el comportamiento deseable se repita.
Elabora una tabla para tomar nota de la clase de comportamiento que te gustaría apreciar en tu hijo:
Procura hablar con los maestros de tu hijo para crear un sistema que pueda utilizarse tanto en casa como en la escuela. Sé lo más consistente posible con ambos sistemas de recompensas y consecuencias, ello aumentará las probabilidades de éxito de tu pequeño.
Las técnicas de motivación basadas en sistemas de recompensas y consecuencias suelen ser más efectivas que otras cuyo fundamento sea el diálogo o conceptos más complejos. Los niños pequeños, en particular, suelen aprender mejor así. Sólo procura ser equilibrado, el punto es que tu hijo también sepa valorar su esfuerzo.
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