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Madre abraza con ternura a su hija adolescente

Cómo se logra una comunicación asertiva entre padres e hijos adolescentes

La adolescencia suele ser una etapa compleja, no solo para quienes la atraviesan, sino también para quienes los acompañan en el proceso. 

La comunicación entre padres e hijos en esta edad suele tornarse en un gran desafío: muchas conversaciones aparentemente triviales terminan en conflicto, hay malentendidos, silencios incómodos y hasta miedo a dialogar. Esto sucede porque ambos lados generalmente se encuentran enfrentando una situación inédita. 

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Los chicos experimentan cambios físicos y emocionales profundos y tienen poca experiencia en manejar relaciones interpersonales complejas. 

Por su parte, muchos adultos tampoco cuentan con las herramientas necesarias para abrir canales efectivos de diálogo, pese a que, idealmente, son ellos quienes deberían guiar estas interacciones. ¿Qué hacer entonces?

 

La comunicación asertiva

Podemos concebirla como un puente equilibrado entre dos extremos indeseables: la agresividad y la pasividad. 

No se trata de imponer puntos de vista ni de evitar conflictos a toda costa, sino de expresar claramente los pensamientos y emociones, respetando al mismo tiempo los sentimientos y opiniones del otro. 

En otras palabras, la comunicación asertiva fomenta la honestidad, el respeto mutuo, el cuidado propio y del otro, así como la apertura al diálogo. Por ello, la asertividad funciona para fortalecer la confianza y la comprensión entre padres e hijos.

 

Adolescente hablando en confianza con su mamá

 

¿Cómo se logra en la práctica?

  1. Escuchar con atención real

Busca comprender lo que tu hijo o hija realmente quiere transmitir. Observar gestos, tono de voz, respiración y emociones detrás de las palabras es una táctica muy efectiva para captar la esencia del mensaje y responder adecuadamente.

Antes de responder, realiza preguntas que demuestren un interés genuino en entender todo lo que ellos sienten y piensan. 

 

  1. Ser empáticos

La empatía requiere más que ponerse en los zapatos del otro, es un ejercicio de pensar cómo piensa nuestro interlocutor desde su posición, creencias, valores y percepción. 

Te recomendamos recordar cómo era tu propia adolescencia y considerar que lo que parece trivial desde la perspectiva adulta puede ser crucial para ellos. 

 

  1. Ser críticos, no criticones

Las críticas no constructivas o repetitivas, así como las comparaciones suelen deteriorar la autoestima y provocar resistencia para hablar. Es preferible destacar fortalezas y abordar los errores con sugerencias constructivas en lugar de regaños continuos.

Por otro lado, pregúntales a tus hijos si quieren un consejo o hablar sobre sus problemas. Espera a que ellos tengan apertura, aunque siempre puedes recordarles que estás ahí para ayudarlos, escucharlos y guiarlos de la mejor forma posible.

 

  1. Aceptar opiniones

Darles espacio para expresar sus opiniones y valóralas, aunque no coincidan con las nuestras, les ayuda a sentirse escuchados y respetados. En este punto es importante no subestimarlos. Nosotros también podemos aprender mucho de ellos.

Esto promueve una relación de horizontalidad que no irrumpe con tu autoridad. De hecho, recomendamos pensar que la autoridad es algo que se gana con sabiduría flexible, y no a través de la imposición rígida.

 

  1. Fomentar diálogos regulares y naturales

No esperes momentos de crisis para conversar. Crear rutinas de conversación cotidianas facilita un diálogo más natural y relajado, reduce la tensión de comunicarse solo en circunstancias difíciles y genera una costumbre que mantiene estable, fuerte y duradera cualquier relación. 

Pueden establecer estas rutinas en momentos clave como a la hora de la comida, en proyectos que realicen en conjunto o en ocasiones espontáneas; simplemente pon atención a las oportunidades y deja a un lado el celular o los pendientes que no sean urgentes. 

 

  1. Usar comunicación no verbal consciente

Los gestos, el tono de voz, la expresión facial y el contacto visual refuerzan significativamente el mensaje verbal. Una sonrisa, un gesto de apoyo o una mirada comprensiva pueden cambiar completamente la dinámica de la conversación.

Cuida el tono y volumen de voz, respira profundo si lo necesitas, tómate tu tiempo para responder. Observar cómo te expresas te dará elementos para mejorar tus habilidades de expresión.

 

Cuando se logra implementar una comunicación asertiva, los beneficios se perciben casi de inmediato: disminuye la tensión en el hogar, aumenta la confianza mutua y es más fácil resolver las diferencias.

A largo plazo, esto fortalece la autoestima y el autocontrol de los jóvenes, y los equipa con herramientas para que establezcan relaciones sanas y duraderas en su vida adulta. 

Además, afianza un vínculo familiar sólido y de apoyo, donde padres e hijos se sienten seguros para compartir desafíos y alegrías por igual.

En definitiva, practicar la comunicación asertiva no es un simple recurso, sino una verdadera inversión emocional que beneficiará profundamente a todos los miembros de la familia.

 

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