Muchos padres anhelan que sus hijos eventualmente muestren capacidad para automotivarse, que puedan hacer su tarea sin necesidad de que los regañen o que guarden sus juguetes sin tener que recordárselo.
Cuando los niños llegan a hacer esto sin que uno les insista, el primer impulso de los padres suele ser elogiarlos para que sigan exhibiendo dicho comportamiento. Pero lo más conveniente es que los elogien sólo cuando haya una buena razón para ello.
Hay padres que procuran no decirle nada negativo a sus hijos. Elogian todo acto, sin darse cuenta de que convierten lo negativo en positivo. La ideología detrás de tal manera de pensar es criar a los niños en un entorno positivo, con el objetivo de no dañar su frágil autoestima.
Pero los elogios sin crítica pueden ser perjudiciales: no dan lugar al aprendizaje por impulso personal o basado en la determinación. Los niños, entonces, no aprenden a superar. La inspiración, y no la motivación aportada por otras personas, es la clave para que los hijos empiecen a motivarse a sí mismos.
A partir de que tu hijo sea pequeño, preséntale muchas oportunidades para que aprenda sobre causa y efecto, sobre acciones y consecuencias, sobre qué detalle es causa de qué otro.
En lugar de simplemente elogiarlo por haber logrado algo, pregúntale "¿cómo lo hiciste?". Ayúdalo a reconocer que su logro se debió a un proceso en particular. El valor real se encuentra en el proceso, no en el logro.
Si usas un sistema de recompensas, haz lo posible por que éstas sean simples (abrazos, sonrisas u otra muestra de afecto serán suficientes para los más pequeños). El valor simbólico es mucho más importante que cualquier recompensa material.
Mantén un sistema contractual similar al que experimentará tu hijo cuando tenga que participar en sociedad. Esto le enseñará sobre responsabilidad y obligaciones, así como a apreciar los frutos de su trabajo.
Habla con tu hijo tanto como puedas. Pon en práctica un diálogo continuo. Explícale todo cuanto sucede a su alrededor. Habla de todo, incluidas las emociones. Cuando la ocasión lo amerite utiliza un tono de voz normal, no necesariamente lenguaje infantil.
Conserva el diálogo a medida que tu hijo crezca y permite que los canales de comunicación estén abiertos todo el tiempo. Asegúrate de estar disponible para él cuando quiera hablar contigo. Cuando te hable, escúchalo. El aprenderá a pedir ayuda en caso de que la requiera.
Dormir es crucial para todos. Gran parte de los niños del mundo carecen de suficiente sueño. En muchos países cerca de un tercio de los niños de primaria requieren de más sueño.
Deja que tu hijo aprenda de sus errores y que enfrente las consecuencias de los mismos. Permítele experimentar el fracaso y habla con él sobre las causas, en sus acciones, que resultaron en ello. Le será más difícil aprender si no descubre cómo reparar sus errores.
Al esforzarse por resolver problemas tu hijo desarrollará un impulso natural para superar obstáculos. Entonces, aunque pueda parecerte extraño hacerlo, celebra sus reveses y encáuzalos para que mejore.
Pregúntale: "¿Qué hiciste para mejorar?", “¿Qué podrías hacer de nuevo?". Concéntrate en el cambio gradual y recuerda que el fracaso es un requisito previo para el éxito.
Dale alas a tu hijo y déjalo volar. No te remitas a ser “padre helicóptero”. Aliéntalo a explorar, descubrir, tropezar y aprender una y otra vez. Sin tu constante intervención, tu hijo se verá obligado a reflexionar por cuenta propia, a encontrar soluciones, a probar y comprobar qué funciona y qué no.
Enséñale a tu hijo a hacer diferentes cosas. Desafía sus perspectivas. Muéstrale cómo puede considerarlas de distintos modos. Nunca existe un solo punto de vista. Comienza con las preguntas básicas: quién, qué, cuándo, dónde, por qué y cómo.
Toma en cuenta esta cita del libro The Art Of Asking: “Preguntar es, en esencia, una colaboración. Aquéllos que saben preguntar aprenden a considerarse como personas que colaboran con el mundo y no que compiten con él”. Ayúdalo a comprobar y, cuando lo hagas, proporciona pruebas concretas.
Aleja a tu hijo de la mentalidad del derecho a los beneficios en automático, guíalo a través de una mentalidad de motivación. Enséñale que para adquirir recompensas debe ganárselas.
Los padres que se encuentran formando a su hijo deben tener presente que la escuela no lo es todo ni es el final del aprendizaje, existen muchas otras ocasiones para que los niños aprendan conocimiento valioso.
Familiarízate con la forma en que trabaje tu hijo. Conoce sus métodos y modos operativos para que puedas ajustar tu orientación, esto con el fin de que te adaptes mejor a su estilo de aprendizaje o encuentres los recursos adecuados para ayudarlo a aprender de la manera más efectiva posible.
Tú eres es el ejemplo principal para tu hijo, su modelo más cercano a seguir. Mantén congruencia entre lo que digas y hagas, tu hijo está observando y escuchando todo el tiempo.
Coméntale a tu hijo lo que te inspira, cómo es que ello te motiva a actuar y el proceso mediante el cual logras tus metas. Cuéntale sobre los obstáculos que has enfrentado y cómo pudiste superarlos. Modela perseverancia, determinación y resiliencia.
Si poco a poco le enseñas a tu hijo a motivarse con los siguientes consejos, lo más seguro es que ponga en práctica a futuro -durante su infancia y adolescencia- todo lo que aprenda y pueda volverse una persona no sólo independiente, sino una con un fuerte carácter y buenos valores.
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