Para muchos padres, la etapa de preadolescencia de sus hijos es un desafío. Los niños crecen y cambian súbitamente a ser individuos que han madurado a nivel físico y se comportan de una manera un tanto impulsiva. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones, esto es normal desde el punto de vista del desarrollo.
Con toda probabilidad, habrá momentos difíciles al educar un hijo preadolescente, pero cuando los padres tienen una idea más clara de lo que está sucediendo con él o ella -en los aspectos tanto mental como físico- este período será más fácil para ambas partes.Desde la preocupación de tu hijo por la privacidad hasta los cambios constantes en su personalidad, en este artículo mencionamos cuatro puntos importantes que debes tener en cuenta si eres padre de un preadolescente.
¿Qué es la preadolescencia?
A la preadolescencia también se le conoce como pubertad. En términos generales, esta etapa de desarrollo se da en una edad específica para la mayor parte de las personas, pero el rango de edad puede variar un poco.
La preadolescencia ocurre antes en las niñas que en los niños, entre los 9 y los 14 años. En los niños, la preadolescencia inicia cuando tienen entre 12 y 16 años. Dependiendo de la genética individual, así como de otros factores, el rango varía bastante y dicha variación se considera normal.
Desde una perspectiva de desarrollo, los preadolescentes son capaces de pensar de un modo más abstracto que antes y tienen la capacidad de intelectualizar más allá de lo que los rodea inmediatamente.
A los preadolescentes les es posible pensar con más lógica, razón y deducción, algo que para los niños más pequeños es menos natural. Aunque no pueden hacerlo tan bien como los adolescentes o los adultos, lo hacen mucho mejor que los niños.
No obstante, el que tu hijo pueda razonar de una manera más compleja, no significa que tomará las decisiones más convenientes todo el tiempo.
La corteza prefrontal, que es la parte del cerebro encargada de tomar decisiones, evaluar y planificar, todavía es relativamente inmadura en los cerebros de los preadolescentes y adolescentes. Esto explica el pensamiento impulsivo que suele observarse en las personas de esta edad.
Mayor necesidad de privacidad
Dado que la preadolescencia puede ser una época confusa, no es raro que quienes se encuentran en este grupo de edad no se sientan tan cómodos compartiéndoles cosas a sus padres, incluso aunque hayan acostumbrado a hacerlo antes.
Los cuerpos de los preadolescentes se encuentran cambiando, por lo que pueden comenzar a sentir emociones al respecto que nunca antes habían tenido y preferir no comunicarlas.
Si bien este deseo de privacidad de los hijos puede parecer un golpe al ego de los padres, deben tratar de no tomarlo como algo personal. Es común que los preadolescentes elijan a sus amigos en vez de a sus padres para revelarles algunas preocupaciones.
Haz que tu hijo sepa cuánto lo amas y que, si quiere, puede acudir contigo para conversar sobre cualquier tema. Así, habrás sentado las bases para que tu hijo sea más independiente y digno de confianza, y también les ayudará a ti y a él a permanecer unidos, pues tu estarás mejor enterado de lo que está pasando.
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Una nueva personalidad a diario
Durante los años de la preadolescencia, los jóvenes comienzan a explorar su identidad, a aprender más sobre sí mismos y a exponerse a nuevas experiencias debido a todo el tiempo que conviven con amigos y compañeros.
Es normal que cambien regularmente de estilo, de grupo de amigos y de intereses, pues aún están tratando de descubrir su lugar en el mundo.
La preadolescencia puede resultar confusa tanto para hijos como para padres. Pero es importante que los padres tengan en cuenta que, a esta edad, los niños están tratando de descubrir el mundo por primera vez de una forma más independiente. No necesariamente saben cómo sentirse o actuar.
Apórtale a tu hijo un entorno amoroso, abierto y de apoyo, sin importar cuán molestos te parezcan sus nuevos hábitos y peculiaridades. Y, al mismo tiempo, ayúdalo a desarrollar su independencia.
Aunque los años de preadolescencia pueden ser tumultuosos para los padres, deben recordar que su amor y apoyo siguen siendo imperativos para los hijos, y que esta etapa, para bien o para mal, se terminará eventualmente.
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