En la edad y en el contexto que sea, los padres deben educar transmitiendo valores, comportamientos genuinos, aceptando la diversidad y, por sobre todo, marchando al ritmo individual que posee cada estudiante.
La educación tiene un objetivo muy claro, éste es el desarrollo integral del niño, y es en el núcleo familiar donde encontramos las raíces de dicho desarrollo global. La familia es vital tanto para la sociedad como para el pleno despliegue del ser humano. La educación es tarea primordial de la familia, aunque compartida de una manera significativa con la escuela, con el entorno y con el contexto social.
Si nos centramos en la familia, se tiene que decir que es el primer transmisor de pautas culturales y primer agente de socialización de un niño. Los primeros responsables de la educación de los niños son los padres, la familia es el primer contexto donde nos ponemos en contacto con el mundo, cada grupo familiar transmite al niño sus hábitos, sus costumbres, sus peculiaridades culturales.
Dentro de la familia se dan las interacciones fundamentales, se establecen los primeros vínculos emocionales y vivencias con las personas cercanas. Es en este medio donde el niño realiza los aprendizajes sociales básicos que le ayudarán en su relación consigo mismo y con los otros. Poco a poco irá conociendo normas, así como pautas de actuación y comportamiento humano.
El que los padres se incorporen a la educación de sus hijos, sin duda es positivo para el proceso de aprendizaje. Los padres no sólo pueden conferir conocimientos y enseñar nuevas metodologías para aprender, sino que tienen la posibilidad de educar con amor.
Diversos estudios han llegado a la conclusión de que un escenario de aprendizaje es más efectivo cuando se transmite en un ambiente donde prevalece la afectividad. Esto implica dar contención, confianza y protección frente al contexto académico. Sentir apoyo de los padres, entonces, es crucial para el desarrollo de las potencialidades de los hijos, alimentar sus expectativas de aprendizaje y hacerlos sentir capaces de realizar nuevas tareas o desafíos.
Siendo éste el contexto más óptimo para el aprendizaje, el rol de los padres en la educación es primordial y necesario, no únicamente por el apoyo que puedan proveer, sino también para hacer sentir al estudiante que no se encuentra solo en este proceso. Pero, ¿cómo llevar a la práctica esta sinergia entre estudiantes y padres sin coartar la autonomía?
Los padres deben sentirse parte del proceso de aprendizaje y dedicar tiempo a ello. Si se trata de niños, deben incorporar el hábito de estudio, lo cual resulta complejo, ya que para instalarlo hay que pasar de un ciento por ciento de supervisión y acompañamiento, a ir dosificando la responsabilidad compartida hasta que el estudiante pueda autorregularse y el hábito de estudio sea parte del escenario cotidiano de un alumno.
Por otro lado, si nos enfrentamos a un adolescente, no queda más que ofrecer la ayuda, proporcionar apoyo y, desde luego, dar contención emocional a los conflictos internos que enfrente, escuchando con mucha asertividad. Debemos entender que el aprender no sólo consiste en memorizar conocimientos nuevos, sino en adquirir experiencias nuevas, conocer habilidades y movilizar competencias genéricas que el estudiante visualice en este camino.
Sabemos que la familia forma parte esencial del proceso de aprendizaje de niños y adolescentes. En la ECA buscamos colaborar con las familias para motivarlas a participar activamente en la formación integral de los hijos, e impulsar estrategias de calidad en el servicio, logrando así la plena satisfacción de nuestros padres de familia y, por supuesto, de sus hijos. Entra y conoce más sobre nosotros.