Durante la infancia las palabras que reciben los niños se convierten en la piedra angular de su desarrollo emocional y son la base con la que construyen su imagen del mundo.
Cada expresión afectuosa y cada frase de aliento actúan como hilos invisibles que tejen la red de su autoestima y seguridad. Además, la manera en que comunicamos afecto influye profundamente en su sentido de valor propio y en sus relaciones futuras.
Sirve para darles una idea de que tu afecto supera cualquier descripción verbal.
Fortalece la autoestima y les motiva a continuar esforzándose y creciendo.
Les asegura que tienen un valor único y particular en tu vida.
Proporciona una sensación de seguridad y apoyo constante, vital para su estabilidad emocional.
Reconoce el esfuerzo más allá del resultado, lo que ayuda a fomentar la perseverancia y el amor por el aprendizaje.
Este comentario les enseña el impacto positivo que su felicidad genera en tu vida. Esto permite que no sientan culpabilidad por su alegría, ¡sino todo lo contrario!
Transmite confianza en sus habilidades y promueve la independencia y la autoeficacia.
Subraya el valor de su compañía y endurece el vínculo filial a través de la calidad del tiempo compartido.
Les muestras que poseen la fortaleza necesaria para superar obstáculos, una cualidad clave para impulsar su capacidad de resiliencia.
Ofrece un canal abierto para la comunicación que fomenta la confianza y el intercambio honesto.
Emplear frases afectuosas de manera oportuna no solo enriquece el presente de los pequeños, sino que también sienta las bases para un futuro lleno de seguridad y confianza.
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No olvides que también importa la manera en que las dices; el tono y el lenguaje corporal juegan un papel trascendente en la armonía de la interacción que tienes con tus hijos.
Sabemos que hay momentos en los que tendrás que poner límites con firmeza, pero se debe evitar comunicar un doble mensaje, y reiterar siempre las palabras positivas para que nunca duden del gran amor que sientes por ellos.
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